¿Qué tan bien conocemos a nuestros competidores?
En la guerra, en la política, en el deporte, y más aún en los negocios, el conocimiento de nuestros competidores puede representar algo tan glorioso como ser líder o algo tan nefasto como estar fuera del mercado, respectivamente.
La palabra competencia es polisémica, es decir, posee distintos significados. Se asocia tanto a las facultades que tiene un órgano de gobierno o una institución como a lo competente que es una persona (Rivas, 2011). Al escuchar la palabra competencia se tendrá que ser muy cauto al momento de su interpretación y sobre todo de su contextualización. En el mundo del marketing y los negocios, nuestra competencia permite que podamos ser más competitivos, más innovadores, más disruptivos. Claro está, si se le da la importancia que amerita el tener totalmente definida su trascendencia para mantener nuestra posición competitiva.
Nadie desconoce que vivimos en la era de la transformación digital, en la que las organizaciones empresariales a escala mundial han experimentado muchos cambios para mantenerse vigentes en la preferencia de los consumidores; algo tan sencillo y básico como que ya no basta únicamente identificar necesidades para satisfacerlas, sino que hoy estamos obligados a provocar experiencias únicas en el uso de un bien o servicio.
El desarrollo tecnológico trae consigo un sinfín de beneficios traducidos en herramientas que posibilitan el gestionar mejor la data, término que se le atribuye al cúmulo de información que mediante el empleo de algoritmos matemáticos puede cruzar variables que son alimentadas por los resultados de estudios de mercado, así como también de la información propia de cada organización que desee sacar provecho de estas herramientas; y tampoco puede dejarse de lado toda la información que pueda recolectarse del empleo óptimo del benchmarking para capitalizar en nuestro favor las mejores prácticas dentro del sector al que se pertenece, o bien otros muy diferentes pero al mismo tiempo fácilmente adaptables al entorno propio de la empresa.
Es por ello que los dos pilares fundamentales del pensamiento estratégico de marketing deben centrarse en el conocimiento de nuestros competidores y, más importante aún, en el intentar acercarnos a descifrar el comportamiento tan impredecible que poseen los consumidores, tanto así que investigadores de la Universidad de Harvard han concluido que los seres humanos tomamos en 95 % de nuestras decisiones de manera subconsciente, lo que implica que existe una brecha enorme entre lo que decimos y lo que hacemos, argumento citado por Jürgen Klaricen su libro titulado Estamos ciegos.
Ahora bien, ¿cómo podemos aprender a conocer a nuestros competidores? El análisis de la competencia es un estudio de la situación de una empresa (existente o en proceso de creación) en su entorno de mercado para determinar la intensidad de la competencia. Es un componente importante de la investigación de mercado y del análisis estratégico de una organización. Permite establecer un mapa de los actores presentes en el mercado objetivo e identificar sus fortalezas y debilidades para adoptar un posicionamiento y una estrategia diferenciadora (Qualtrics, 2021).
Partiendo de la anterior definición, podrán esclarecerse varios aspectos: hablar de un estudio de la situación de la empresa se puede homologar con una radiografía de la empresa dentro de su entorno, mismo que viene dado a partir no solo del conocimiento de sus competidores (directos, indirectos y sustitutos), sino que está integrado a situaciones o factores no controlables para los intereses del estratega de marketing, como por ejemplo: entorno político, económico, social, tecnológico y medioambiental, que repercuten al interior de las decisiones como empresa, pero solo se podrá minimizar sus impactos.
Dicho conocimiento de nuestra competencia no podrá ser optimizado sin tener claridad del mercado meta que tienden las marcas del portafolio y que también, mediante otra herramienta de análisis estratégico, podrán establecerse dos indicadores de medición: la tasa de crecimiento del mercado y la cuota relativa de mercado, que permiten tener un acercamiento a nuestra participación de mercado relativa con cualquiera de nuestros competidores, pero, por supuesto, asumiendo que el acceso a la información de este tipo es de dominio público, como en los países desarrollados, donde existe claridad de que siempre tendrá una mejor posición competitiva aquel que pueda interpretar mejor la información proveniente de variables del entorno.
Adicionalmente, es un componente que debe accionarse mediante la puesta en práctica de la investigación de mercados, en el sentido de abordarlo como parte de un programa permanente de búsqueda de información del mercado que permita ajustar los procesos de toma de decisiones al interior de la empresa y, por ende, articulado en lo que se conoce como inteligencia de negocios (business intelligence). Finalmente, es parte del análisis estratégico que cualquier tomador de decisiones deberá ejecutar para prever, conocer y gestionar la información que es válida para desarrollar el análisis estratégico de la empresa de forma periódica. Por todo los aspectos antes mencionados, es importante que un profesional del marketing, que desee ser competente y competitivo, debe estar claro que no bastan solo las competencias tradicionales de marketing, sino también incorporar las competencias en herramientas tecnológicas que favorezcan el tener un individuo con capacidad de decisión, y sobre todo con capacidad de análisis estratégico de todas las variables que implica conocer a nuestra competencia dentro de su desempeño al interior del entorno de mercado.