¿Por dónde comenzamos?

Cuando se quiere hablar de innovación, lo primero en lo que comúnmente pensamos es en tecnología. Y es que la tecnología es, sin duda, una de las principales herramientas para disminuir tiempos de trabajo y esfuerzo. La mejora de la ciencia y los procesos a veces tiene como fin principal la mejora en la calidad de vida, aunque algunas veces es la misma ciencia y los usos que el hombre le da lo que termina desmejorando esa calidad de vida.
¿Cómo llega un país a ser innovador?, ¿cómo pueden los habitantes de una región convertirse en personas con capacidades de visión, vanguardia y creatividad? Si lo pensamos un poco más, la riqueza de los países (de sus ciudadanos) puede venir de varias fuentes, entre ellas, su riqueza y el buen aprovechamiento de sus recursos naturales, su capacidad intelectual para crear nuevas tecnologías, usarlas y exportarlas; así como de la prestación de servicios de alto valor agregado para otras economías. Cuando se revisan los datos de las principales economías del mundo, rápidamente se identifican países que han sobresalido por su buen manejo de las políticas demográficas, la inversión en educación; por el uso inteligente y eficiente de sus recursos, así como por su disciplina y consistencia en su administración.
Luxemburgo y Singapur, por ejemplo, tienen la base de su riqueza en la prestación de servicios financieros con un producto interno bruto (PIB) per cápita de 100.738 y 53.000 dólares, respectivamente; lo anterior pese a que hace solo 53 años el de Singapur era de 500 dólares; Macao, que es una ciudad de administración autónoma dentro de China (anteriormente una colonia Portuguesa), tiene un PIB per cápita que sobrepasa los 70.000 dólares; su base económica está conformada por el turismo y los servicios de ocio, es conocida como la meca del entretenimiento en Asia. Con otro enfoque de desarrollo se encuentra Estonia, que es considerado el primer país digital del mundo en casi todos los sentidos. En este país, que es el menos poblado de Europa, se tiene una esperanza de vida de 72 años, un 99,8 % de población alfabetizada, así como que el 97 % de sus operaciones bancarias se hacen en línea. Dentro de las grandes acciones que hicieron para lograrlo está un fuerte compromiso con la educación en informática y en tecnologías de comunicación. Entre las cosas más modernas que tiene este país están la identificación digital obligatoria con la que sus habitantes pueden acceder a más de 4 mil servicios digitales locales; también existe la residencia y la ciudadanía virtuales. El internet es visto como un derecho humano, fuerte focalización en el desarrollo y apoyo a los emprendedores. Estonios fueron los desarrolladores técnicos de la tan utilizada aplicación Skype. Actualmente Estonia es el país con mayor cantidad de starups per cápita del mundo.
En 1991, dicho país estaba casi o peor que El Salvador; no tenía ni Constitución, ni instituciones democráticas ni un sistema legal; sus infraestructuras estaban en malas condiciones y eran totalmente obsoletas; su sistema bancario ubicado a años luz del estándar de Occidente. En 2018, en Estonia el Estado puede ahorrar el 2 % de su PIB anual en salarios y gastos, por ser digital. Un médico de emergencias, con solo presionar el código de identificación de un paciente totalmente desconocido para él, puede conocer todo lo que le interesa de su cuadro clínico. El 88 % de sus habitantes navega por internet a diario; y el 87 % de la población de entre los 16 y los 74 años se conecta al portal gubernamental; su presidenta es una mujer de 46 años que habla cuatro idiomas y es profesora a través de Skype. El internet ha facilitado y fomentado la descentralización de los servicios, y que más gente pueda tener oportunidades laborales; y quiera vivir en las zonas rurales. Los estonios están conscientes de que Europa del Este es muy distinta a Silicon Valley, pero que sin duda tienen algo en común: un gran sistema educativo del que salen profesionales técnicos muy bien preparados.
Al analizar ejemplos más cercanos, encontramos a Colombia. Recién conversaba con una persona de ese país que está trabajando en el nuestro gracias a una oportunidad que encontró en internet. Ella es una especialista en diseño y elaboración de patrones de textiles. Como ella, muchos colombianos —y me atrevería a decir suramericanos— están llegando a El Salvador a trabajar, donde “encontraron oportunidades” que otros salvadoreños de seguro hubiesen deseado.
La industria textil, y directamente también la de la moda y el diseño, están creciendo y despuntando en Colombia. Tanto es así que, del 24 al 26 de abril de este año, se llevó a cabo el Bogotá Fashion Week (BFW). A la cita, se esperaba acudieran 40 diseñadores, más de 15 mil asistentes, así como más de 30 compradores nacionales e internacionales en las 396 citas de negocio programadas. Este evento, que lleva ya 5 años de realizarse, genera alrededor de 290 mil empleos, con más de 32 mil empresas asociadas con la industria textil, de moda y de mercadeo. El objetivo: posicionar a la ciudad como una capital de negocios de moda de talla internacional. Así como el BFW, Colombia también tiene otro esfuerzo de innovación en la “ciudad de la eterna primavera”, Medellín: la afamada Ruta N, un moderno centro de innovación y negocios desde el cual se busca articular y dinamizar el ecosistema de innovación de este municipio colombiano, haciendo énfasis en cuatro ingredientes clave: la formación del talento, el acceso a capital, la generación de la infraestructura necesaria y el desarrollo de negocios innovadores.
Ahora comencemos a listar lo que tenemos en El Salvador: ¿les pasó lo mismo que a mí? Cuando traté de comenzar a buscar parámetros de comparación, lo mejor que encontré fue nuestra infraestructura vial y la fuerza laboriosa de nuestra de gente. Entonces, para podernos algún día comparar, ¿por dónde comenzamos?
Lissette Canales de Ramírez
Directora Editorial
Revista Enlaces – Publicado en revista enlaces edición °47 junio 2018