Corrupción: un mal sistémico

La palabra corrupción proviene del verbo latino corruptus, que significa quebrar, término que captura el fundamental significado del efecto de la corrupción en la sociedad: socava, erosiona y amenaza con la destrucción de los sistemas económicos y políticos de los países.
Carlos Romero Cañadas
Catedrático universitario – Maestrías Utec
Senior International Consultant – PRAXIS Corp.
Una definición legal aceptada universalmente de corrupción es la siguiente: “Un acto hecho con la intención de proveer una ventaja o beneficio inconsistente con los deberes oficiales y con los derechos de otros”. El abuso de poder y evidencia de indebida ganancia propia son los dos factores comunes en todo hecho de corrupción, sin embargo, en la práctica es difícil definir exactamente qué es un abuso de poder o qué es una indebida ganancia propia, lo cual obstaculiza los esfuerzos de las empresas o instituciones en promocionar conductas éticas. Por ejemplo: ¿cuándo un regalo constituye un soborno? ¿Cuándo las acciones de cabildeo cruzan la línea y se vuelven acciones corruptas? ¿Es un acto de corrupción el dar a un burócrata dinero para agilizar trámites? Es la ambigüedad de estos conceptos la que previene a muchas empresas para tener políticas bien definidas en lo que a corrupción se refiere.
Una guía común es el quid pro quo, algo por algo. Si algo de valor es dado por una de las partes con el entendimiento de que algo de valor se va a obtener en retorno, lo más probable es que exista un hecho de corrupción. Muchas empresas adoptan códigos de conducta que pretenden identificar conductas delictivas antes de que sucedan. Por ejemplo: ¿me molestaría si otros supieran lo que voy a hacer? ¿Me molestaría si se publicara en la prensa? ¿Me sentiría dañado si otros me hicieran a mí lo que estoy por hacer? ¿Afectaría a la sociedad si todos lo hicieran?
Existen dos dimensiones fundamentales del fenómeno de corrupción en organizaciones: 1) si el individuo o la organización es el beneficiario de las actividades corruptas, y 2) si la conducta corrupta es llevada a cabo por un individuo o por más de uno de manera organizada. El beneficiario de la corrupción es aquel, el individuo, o aquello, la organización, que deriva un beneficio directo de la acción corrupta. Dentro de las organizaciones se da el fenómeno de la corrupción a nivel del individuo, y a nivel de grupos, redes, que se organizan, confabulan, para cometer delitos contra la empresa; y existe la corrupción corporativa, aquella perpetrada por las empresas generalmente en contra y a costas de las instituciones del Estado y la sociedad, caso emblemático y de actualidad el de la empresa brasileña Odebrecht.
La presencia habitual de casos de corrupción política y económica en El Salvador nos lleva a concluir que aquí la corrupción es un mal sistémico, generado por una crisis moral y de valores generalizada: el triunfo del consumismo, del materialismo, del individualismo, producto de la exclusividad del beneficio propio, de la racionalidad económica y de la salvaje competitividad. Pero ¿qué produce este mal sistémico? ¿El deterioro de los valores individuales o los del colectivo?
La revista Forbes, en su edición de enero 2016, relata cómo Singapur fue declarado el país menos corrupto del continente asiático. Transparencia Internacional (2016) posiciona a Singapur como el octavo país menos corrupto del mundo; en el 2010 fue evaluado como la economía más limpia del mundo. El índice del Foro Económico Mundial en competitividad evalúa a Singapur como la segunda mejor economía para hacer negocios. Lee Kuan Yew llegó al poder en 1967, instituyendo programas de crecimiento económico, apoyo para emprendedores y limitaciones a la burocracia interna, menos regulaciones; pero más importante: un serio, riguroso y estricto programa anticorrupción, con severas penas por cualquier infracción sin importar el monto involucrado.
Los componentes más importantes son: campaña mediática constante enfatizando que la corrupción no paga; publicación de todos los casos de corrupción, desde aceptar una taza de café hasta fraudes millonarios; la eficiencia estatal es tal que dádivas no son necesarias para agilizar trámites. Singapur demuestra que la corrupción no es inherente ni en el individuo ni en el colectivo, se puede prevenir y combatir; los ingredientes esenciales son la voluntad del colectivo y la formación del individuo.
“La corrupción no es inherente ni en el individuo ni en el colectivo, se puede prevenir y combatir; los ingredientes esenciales son la voluntad del colectivo y la formación del individuo”.
Carlos Romero Cañadas