Verde

Lissette Canales de Ramírez
Directora Editorial
La frase empresas verdes nos traslada inmediatamente a dos escenarios: uno en el que la empresa pareciera muy amiga del medio ambiente y en la cual hay amplios jardines y “áreas verdes”, y otro en el que la empresa es considerada verde por la realización de una serie de actividades amigables con el medio ambiente. Una definición más elaborada indica que la empresa verde es aquella que incorpora el concepto de sostenibilidad en su gestión.
De ahí que una empresa se considere verde cuando realiza una gestión orientada hacia una actuación respetuosa del medio ambiente. Esta actuación que puede ir desde acciones básicas de protección en el entorno de la compañía hasta incorporar el respeto por el medio ambiente en la planeación estratégica y en la concepción del modelo del negocio, para lo que es necesaria también la asignación de recursos de mayor dimensión. En los años 70 se esperaba que una empresa fuera responsable en su gestión cumpliendo con los estándares de regulación, pero a medida que ha pasado el tiempo, la misma naturaleza se ha encargado de demostrar que las regulaciones humanas no siempre son idóneas o suficientes.
Hoy en día la sociedad espera que una empresa verde use los recursos de manera responsable; que proteja su entorno y el medio ambiente, minimice la cantidad de recursos naturales (agua, energía, minerales) que se usan para producir los bienes que la gente consume; que recicle y reutilice los bienes, sea responsable con sus empleados eliminando los elementos tóxicos que los perjudican en sus puestos de trabajo y reduzca las emisiones de gases; y, finalmente, que se eliminen las actividades que provocan daños irreparables en el entorno natural.
En esta misma línea, si bien la presión de la sociedad juega un papel importante en el cambio de la actitud de las personas y las empresas ante el medio ambiente, es cierto también que la evidencia de los desastres naturales está haciendo imperativo que las empresas sigan un enfoque de sostenibilidad. De acuerdo con el informe Natural Hazards, Unnatural Disasters, la repercusión de las catástrofes naturales en el producto interno bruto es 20 veces mayor en los países en desarrollo que en los industrializados.
Los desastres naturales son efecto del desbalance generado por el cambio climático, y este, a su vez, resulta de realizar operaciones industrializadas de manera desmedida e irresponsable de parte de las grandes empresas. Con base en lo anterior, no solo como humanidad es importante cuidar nuestros recursos naturales y el medio ambiente, sino también como productores de bienes y servicios de todo tipo, ya que el cambio climático y los desastres naturales tienen un impacto sumamente negativo en las operaciones de cualquier organización, y más importante aún, a las personas. Ejemplos de esto pueden ser la escasez de materias primas para procesar productos; el incremento de riesgos de daños a la infraestructura empresarial y la reducción en el poder adquisitivo de los sectores afectados, lo que puede desencadenar un baja en las ventas de las organizaciones.
En cuanto a la intensidad del verde que una empresa debe tener no hay una receta mágica, pero sí algunas ideas o parámetros que le indican el camino que se debe seguir. Ya existen estándares internacionales, como la serie de normas ISO 14001, que son aplicables a los sistemas de gestión ambiental; y la ISO 26000, una guía para las empresas que deseen ser socialmente responsables. En los últimos años también se ha acuñado el término ecoeficiencia, que se refiere a “proporcionar bienes y servicios a un precio competitivo, que satisfagan las necesidades humanas y la calidad de vida, al tiempo que reduzcan progresivamente el impacto ambiental y la intensidad de la utilización de recursos a lo largo del ciclo de vida, hasta un nivel compatible con la capacidad de carga estimada del planeta”.* En otras palabras, para que una empresa sea ecoeficiente debe producir a un precio competitivo, pero utilizando los recursos de forma racional y equilibrada, calculando, o en teoría, buscar que su tasa de producción este íntimamente alineada con una eficiente tasa de reemplazo de los recursos o materias primas que utiliza, asegurando con ello su sostenibilidad. Lo destacable de las empresas que operan bajo ente contexto es que han convertido la integración de la sostenibilidad en un factor de competitividad, diferenciándose de otras empresas e inclusive identificando y llegando a nuevas áreas de mercado a través de esta nueva forma de hacer negocios.
En conclusión, ser responsable con el medio ambiente —como el título lo indica— significa ser verde más allá, creando una cultura que permita apoyar la operación de la empresa, para que esta sea rentable, pero minimizando el impacto que ocasiona al medio ambiente, a su entorno, y tratando de identificar cuál debe ser su labor como empresa cuando se trata de asegurar el suministro de las materias primas para ser sostenible.
El ser verde, más allá de una campaña publicitaria o de un mensaje ambiental llamativo, es y debe ser una prioridad genuina para toda organización, ya que está en juego, a través de sus operaciones, no solo su reputación sino algo igualmente valioso: la vida misma y la sostenibilidad empresarial para el largo plazo.